México DF, junio 28 de 2013.
Mañana 29 de junio ocurrirá la marcha número 35 del Orgullo Lésbico, Gay, Bisexual, Transgénero, Intersexual (LGBTI) en la Ciudad de México. Todo indica que será monumental y superará en número de participantes a anteriores, pues los avances políticos en el Distrito Federal y en algunos estados del país o en otras naciones alientan a quienes pertenecen a este sector y a grupos liberales en favor de los derechos humanos para festejar los triunfos colectivos, aunque también a recordar denuncias no atendidas.
La marcha se fue asimilando en el imaginario colectivo por más de tres décadas y se ha convertido en una fiesta cívica a favor de los derechos de una minoría que sabe gritar y manifestarse a través de la expresión corporal como pocos grupos lo hacen en México. Con el paso de los años, ese ritual político-colectivo fue adquiriendo elementos lúdicos, colorido y de fiesta. La salida masiva, sin orden, pero con el impulso masivo de manifestar el orgullo a la diferencia, va más allá de las vicisitudes que tienen que sortear los valientes organizadores, sean oficiales o alternos, estén contentos o enojados.
El ritual ha ido adquiriendo tintes carnavalescos, pese a ello el sentido político de la manifestación multitudinaria no se inhibe. Para muchas personas se ha convertido en un acto colectivo que les posibilita salir con el conglomerado a las calles de la Ciudad de México a protestar por la discriminación, por la exclusión social y por sucesos que pese a los avances, siguen lacerando las vidas de quienes pertenecen a este sector.
Los y las activistas que iniciaron estas manifestaciones públicas en 1979, han relatado que salieron a las calles en aquellos años de represión abierta ejercida por parte del Partido Revolucionario Institucional-Estado, a sabiendas de las terribles consecuencias que podían sufrir, pero con la firme convicción de que la protesta social y la visibilidad abrirían espacios, discusiones y mentes, por lo que se animaron y con el paso de los años el movimiento creció y fue curtiendo su indignación.
Hoy, la gran mayoría de quienes asisten a la marcha, invisibilizados por el conglomerado humano, el alud de banderas multicolor, y el ambiente festivo, lo hacen con conciencia o sin ella, aunque sí con la convicción que desde el clóset no se puede hacer mucho, ya que ese espacio (muchas veces imaginario) es nocivo, oscuro y hace daño a la salud psicoemocional.
En este momento ya se alistan extranjeros para llegar a nuestra ciudad, algunos ya disfrutan de ella. Y en los estados del país se preparan para arribar al DF en autobuses, en autos o en avión. Grupos de jóvenes, de “osos”, de padres y madres de personas LGBTI, grupos religiosos liberales, leathers, de universitarios, de lesbianas, trans, bisexuales; heterosexuales o compañeros de ruta, y uno que otro político que ve la marcha como una posibilidad de visibilidad, se están preparando para la gran marcha de mañana. La número 35.
Para este año, se ha dicho que a la marcha no asistirán tráilers con música por parte de los centros nocturnos que participan y ponen alegría al trayecto. También se ha informado que se prohibirá el consumo de bebidas alcohólicas en el recorrido, además que se cobrará a quienes lleven mantas con consignas.
Si lo anterior es cierto (yo no lo creo), no está en sus manos vigilar a las miles de personas, ni castigar a quien infrinjan esas condiciones que ponen para marchar, pues la marcha tiene una sinergia (o espíritu social) que va más allá de quienes organizan, y, a mejor opinión de los sociólogos, es muy complicado controlar a las masas con reglas no consensadas con mucho tiempo de antelación.
Un tema aparte, pero que preocupa es que luego del lamentable suceso del antro llamado Heaven, el gobierno de la Ciudad de México ha emprendido una revisión de los lugares de divertimento en Zona Rosa y se han clausurado que son frecuentados por el colectivo LGBTI, lo que limitará que después del tradicional festejo por las calles de la metrópoli, el convivio se traslade a las discotecas, por lo que miles de ciudadanos del DF, turistas del interior del país y del extranjero, que han sido seducidos para venir a nuestra ciudad, no tendrán la posibilidad de divertirse.
En todo caso, el momentum es la marcha: espacio y tiempo en donde las diversidades conglomeradas se expresarán a través de consignas, mensajes escritos en cartulinas, mantas, con atuendos o sin ellos. La marcha es un espacio lúdico con una y mil formas de expresión, sin que lo político quede fuera. La diversidad de visiones, de consignas, de mensajes en lo colectivo, construirán -sin lugar a dudas- el mensaje social y político.
*Profesor de periodismo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México
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