(Texto que contextualiza el desliz homofóbico de FECLA en 2010 y que ahora EPN, en 2014, le enmienda la plana)
México DF, mayo 18 de 2010.
A Felipe Calderón le tembló la mano antes de firmar el decreto del Día Nacional Contra la Homofobia. Le tuvo miedo a una palabra que define sus temores internos, su desdén por los derechos humanos y el desconocimiento de la realidad que vive el sector lésbico, gay, bisexual, transgénero e intersexual (LGBTI) en México.
Su inseguridad y homofobia interna le hicieron tomar una decisión fallida: en lugar de decretar el Día Nacional Contra la Homofobia, decretó (de último momento y faltando a los acuerdos pactados entre funcionarios federales y activistas) el Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias.
Por ese motivo, retomo en este texto la idea del activista Francisco Lagunes, quien asertivamente definió esa actitud de Calderón como El decreto contra el prejuicio que no se atreve a decir su nombre, jugando con una idea del poeta Lord Alfred Douglas, amante del escritor y dramaturgo Oscar Wilde, quien alguna vez —hace más de 115 años— escribió en algún texto “el amor que no osa decir su nombre”, refiriéndose al amor entre hombres y develando la homofobia social que se vivía en la sociedad victoriana a finales del siglo XIX.
Este parafraseo de Lagunes define perfectamente la decisión de último momento del Jefe del Ejecutivo Federal, quien prefirió escamotear el término homofobia y todo lo que culturalmente implica, en lugar de asumir abiertamente desde el gobierno la realidad social del término excluido.
Calderón prefirió el juego de palabras entre tolerancia, respeto y preferencias, que lejos de comunicar una idea concreta, refuerza la homofobia y la exclusión hacia aquellas personas que debería reivindicar con el famoso decreto.
A decir de fuentes consultadas en la Secretaría de Gobernación por quien esto escribe, el decreto estaba en los términos propuestos por la Organización de las Naciones Unidas y la Organización Panamericana de la Salud: Día Nacional contra la Homofobia. Ya había sido revisado por asesores de Secretaría de Gobernación y de la Presidencia de la República. De hecho, comentan: “él —Calderón — estuvo de acuerdo con los términos de la redacción del decreto en su totalidad, pero de último momento cambió el título”.
Lo contradictorio de todo esto es que Calderón mismo asume en los argumentos del decreto “Que en la Décima Segunda Sesión Ordinaria del Pleno de la Comisión de Política Gubernamental en Materia de Derechos Humanos, celebrada el 10 de Diciembre de 2009, se emitió el Acuerdo para conmemorar el 17 de mayo como Día Nacional contra la Homofobia, por ello ante la necesidad de implementar medidas para fomentar la tolerancia y el respeto a las preferencias, y evitar la discriminación en cualquiera de sus manifestaciones, he tenido a bien emitir el siguiente decreto…”
“Al final Calderón corrigió de propia mano el título del decreto, aunque dejó en el texto de decreto los argumentos”, comentan las fuentes, las cuales pidieron reservar su identidad.
Es por ello que hoy en día se puede leer en el Diario Oficial de la Federación, en la edición matutina del 17 de mayo de 2010 el decreto que declara esa fecha como el Día de la Tolerancia y el Respeto a las Preferencias.
“Esta decisión —comentan los informantes sin la intención de justificarlo, pero sí poniendo en contexto el momento— la toma un día antes de salir a España, el 14 de mayo; al día, que fue sábado, no hubo posibilidad de sugerirle cambio alguno, pues estaba absorto con la noticia sobre el secuestro Diego Fernández de Cevallos”.
Calderón dejó mal parado al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, quien pese a provenir de un partido conservador, siempre estuvo abierto al tema y apoyó la propuesta de los grupos de la sociedad civil.
Por otro lado, desconoce y minimiza el arduo trabajo que realizó el presidente del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, Ricardo Bucio Mújica, quien utilizó todos los instrumentos a su alcance para que la Presidencia de la Republica firmara el decreto antes del 17 de mayo, tal como se había hecho en otros países del mundo en años anteriores.
Indignación por la “tomada de pelo”
“Nos tomó el pelo”, “nos dieron atole con el dedo” “fuimos ilusos” “su conservadurismo pudo más”… fueron algunas expresiones de activistas al ver el decreto. El descontento se manifestó inmediatamente en las redes sociales y espacios de discusión. Lamentaron el esfuerzo que por más de cinco años hicieron las organizaciones civiles en la propuesta del Día Nacional contra la Homofobia, no solamente en el ámbito federal, sino en los estados de la República, con el propósito crear en el imaginario social un clima de respeto y entendimiento sobre la diversidad sexual.
Esta actitud de Calderón demuestra su temor a las palabras y los significados que llevan implícitos. Demuestra la falta de respeto hacia un sector con el que conversó en Los Pinos, previo a la Conferencia Mundial sobre VIH/sida, en agosto de 2008, y con el que se comprometió abiertamente a luchar contra la discriminación e implementar políticas públicas incluyentes.
No cabe duda que Calderón usó en aquella reunión a los grupos de la diversidad sexual para mandar el mensaje al mundo de que México estaba abierto, que no discriminaba a nadie y que estaba cumpliendo con los compromisos internacionales en materia de VIH/sida y no discriminación, signados en innumerables convenios y tratados nuestro país.
La realidad es que el compromiso y lealtad del habitante de Los Pinos está con su clase política, con la jerarquía católica y con los empresarios conservadores de México que lo llevaron a la Presidencia, no con la sociedad civil organizada, ni con los grupos sociales vulnerabilizados por la ignorancia, los prejuicios y las políticas públicas excluyentes.
De haber firmado el decreto en los términos acordados con las organizaciones civiles que han luchado contra la homofobia y los derechos de las minorías sexuales, seguramente hubiera tenido el reclamo inmediato de su partido y de personajes como Lorenzo Servitje, Jorge Serrano Limón o Norberto Rivera Carrera.
Felipe Calderón optó por la simulación y el engaño a un sector social, sin dejar de congratularse con los suyos. Desconoció el esfuerzo conjunto entre miembros de algunas instituciones públicas y la sociedad civil organizada. Fue fiel a sus principios antidemocráticos, que lejos de salvaguardar los derechos y libertades de las familias, los vulnera, por ejemplo, en la guerra estéril contra el narcotráfico.
Los miedos de Felipe de Jesús, el que osa decir que es presidente de México, se han materializado en políticas públicas ineficaces en instituciones de salud, de educación y de justicia, por decir lo menos. Sus miedos se reflejan en la falta de políticas verdaderamente eficaces en materia de respuesta a la epidemia del VIH/sida, de educación sobre temas de sexualidad, de justicia, promoción y garantía de los derechos humanos.
Esta decisión no solamente afecta en el plano de lo simbólico, como han dicho algunos, sino en el de la realidad al momento de aplicar políticas públicas, pues así como escamoteó con palabras el sentido y significado de una lucha social, está dando pie para que quienes están en su gobierno disimulen, evadan o desconozcan la implementación de acciones en contra de la homofobia.
Felipe Calderón cometió pecado de omisión en el plano divino, pero en el terrenal, faltó a su deber como funcionario público y responsable de atender las necesidades de un sector discriminado y violentado por la homofobia social e institucional.
* Publicado originalmente en la agencia NotieSe el 18 de mayo de 2010.