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Avances y deuda de la liberación homosexual**

Por Luis Manuel Arellano*

A muchos hombres gays, de manera particular a no pocos activistas tanto de la academia como de la política, les incomoda sobremanera el ejercicio de la crítica y no se diga de la autocrítica respecto al proceso seguido por el movimiento de liberación homosexual, desde principios de los años 70.

A  40 años de esta lucha el resultado ha sido sorprendente: en el discurso jurídico se logró que la Suprema Corte de Justicia de la Nación reconozca la igualdad de gays y lesbianas frente al matrimonio heterosexual e incluso la adopción; en términos políticos, las tribunas del Congreso han debatido la visibilidad e igualdad de derechos desde la diversidad sexual, dándose el caso de legisladores que han ostentado abiertamente su identidad lésbica u homosexual. El Artículo Primero de nuestra Constitución prohíbe la discriminación por preferencia sexual y abundan más disposiciones, leyes y reglamentos que apuntalan dicho mandato. Los medios de comunicación son otro escaparate de la inclusión y no se diga el ámbito de la academia que estudia la diversidad sexual con financiamiento público. En el ámbito de la cultura ha crecido la proyección recurrente de contenidos homosexuales, lésbicos y transexuales lo mismo para el cine, el teatro, el arte y la literatura, además de que se ha creado una sólida oferta turística para la diversidad sexual y también cierta industria de consumo.

Lo anterior, hay que decirlo, no ha diluido el resabio homofóbico de la idiosincrasia nacional por lo que persiste la negación de servicios y derechos a quienes viven abiertamente su preferencia sexual; más si se hace un corte de caja el discurso de reivindicación de los años 70 ha demostrado su triunfo, sobre todo el respaldo en amplios sectores de la población heterosexual.

No son pocos quienes, empero, siguen alentado un discurso viejo y miope ante estos resultados. Un discurso que hoy es necesario señalar porque estorba en el obligado análisis de esta reivindicación. En un muy recomendable ensayo -por lo bien escrito y sobre todo por su vigencia- titulado “Después de la Liberación” (Universidad Pedagógica Nacional, México 2001), Roberto González Villarreal pone el dedo en la llaga señalando que dicho movimiento social ya concluyó. Para el autor actualmente el movimiento homosexual sigue marcado por premisas ancladas en el tiempo. Se trata de un movimiento, subraya, que se repite, “su transgresión se volvió retórica. Triunfó a base de la política y no ha sabido cómo lidiar con ello, por eso su discurso es tan pobre. Se aferra desesperadamente al pasado como fórmula de supervivencia. Todavía quiere liberarnos, todavía lucha obsesionado contra el poder (lo denuncia con ironías violentas y críticas agrias). Pero es incapaz de pensar siquiera un momento que todo ya pasó. No sabe asimilar su triunfo: ¡La liberación ya se realizó!”, afirma.

Yo suscribo la tesis de González Villarreal. Sin embargo persiste otro bemol que quiero poner a debate en este balance de resultados: frente al VIH/Sida la comunidad homosexual ha sido incapaz de cambiar el ritmo de la epidemia. No se trata de falta de recursos, porque el Estado y la iniciativa privada han destinado mucho dinero y programas con la finalidad de prevenir la transmisión sexual del Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida, que se metió a las redes de convivencia homosexual y nomás no sale de ahí.

Por supuesto que muchos gays han adoptado mecanismos para evitar la infección y han comprendido la gravedad de este silencioso agente viral  que en México se transmite mediante relaciones sexuales no protegidas, también es verdad que muchos gays habiéndola adquirido han decidido sumarse contra la epidemia desde distintos frentes, el propio y el comunitario; pero actualmente existe un sector numeroso que no entiende, ni quiere entender, ni se preocupa por la epidemia a pesar de resultarle tan cercana. El último estudio nacional revela una prevalencia de 17% de VIH entre la población homosexual. Se trata de una realidad por la cual han fallecido al menos 120 mil gays mexicanos en tres décadas. De acuerdo a mis estimaciones (tomando en cuenta el registro nacional de casos de VIH/Sida, así como otros referentes de interpretación como la proyección del número de personas que desconocen vivir con dicha infección), actualmente 150 mil gays mexicanos viven con VIH. Si sumamos ambas cifras (120 mil defunciones más 150 mil hombres con la infección) el número es impresionante: en 30 años, 270 mil gays han adquirido esta infección viral.

¿Por qué ha habido trascendentales avances en otros ámbitos de la agenda homosexual y no en materia de salud? Las interpretaciones y aproximaciones son variadas. Los hechos ahí están. Nadie los inventa. Tan solo en la Clínica Especializada Condesa del Distrito Federal, cada día de este 2014 se están diagnosticando al menos 10 diez gays con VIH, lo cual revela en la capital del país la vigencia de la infección que a decir verdad también se registra en las 31 entidades federativas de nuestra república.

Por ello creo que la deuda del movimiento homosexual con la salud debe motivar a la reflexión y a la acción. El VIH/Sida no puede ser el destino de los hombres gays y su vigencia es prueba de que el discurso de liberación no ha sido comprendido como una apuesta a la protección del elemento lúdico que mejor define la vida gay y que radica sin duda en la seducción que le provoca su propio género. Se han peleado y ganados muchos derechos pero no se ha comprendido la importancia de proteger la acción que define a los gays como sujetos homosexuales de Derecho: la satisfacción del deseo sexual.

(*) periodista.

** Se publica en este espacio el texto con la venia del autor y el editor de la extraordinaria Revista Electrónica: http://queer.com.mx/?p=396

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