Por Antonio Medina Trejo
Ante la ausencia de Estado, la sociedad se organiza en momentos en que la naturaleza manifiesta su poder frente a la humanidad. Sean terremotos, hundimientos, ríos desbordados o pandemias, la gente salva a la gente. Así nos lo demuestra la historia reciente en México donde la sociedad civil se organiza y hace músculo colectivo, reacciona con mayor prontitud y eficacia frente a la ineptitud gubernamental y la parálisis de quien dirige los destinos del país.
Carlos Monsiváis reflexionó sobre cómo la sociedad civil rebasó por mucho la capacidad del presidente Miguel de la Madrid y su gobierno para responder a la urgencia que dejaron los terremotos de 1985. El momento actual es un deja-vu con el presidente López Obrador que está tomando decisiones fallidas, tardías y ha hecho caso omiso a lo que le han recomendado expertos de su mismo gabinete para sortear la crisis de salud pública por la pandemia del Covid19 y los efectos que tendrá en la economía de millones de familias.
En lugar de concentrar todas sus energías para mitigar el impacto de la crisis, el presidente y su movimiento siguen obsesionados por debilitar a los partidos políticos de oposición y a los órganos autónomos en plena contingencia, en lugar de escucharles con inteligencia política y humildad para hacer una estrategia eficaz que sume a todas las voces y que no sólo resuelva el impacto de la pandemia en sus primeras fases, sino prevenga de manera transversal y a futuro los estragos económicos que se avizoran.
En su infinita soberbia, López Obrador es incapaz de aceptar que él no puede sólo, que requiere del oxigeno que da la interacción de ideas y puntos de vista, tal como sucede en sociedades democráticas y avanzadas, donde la prioridad del gobierno en situaciones de emergencia no son los intereses de un hombre y su partido, sino el bienestar de la sociedad en su conjunto; y en casos como el actual, todas las inteligencias suman para proteger a la población. Eso es lo que hacen gobernantes con visión de estadistas, no los mozalbetes ególatras y populistas de países bananaros que lucran políticamente con las catástrofes.
Él, con sus ideas arcaicas, no está previendo el impacto de la caída del peso frente al dólar y el desplome de los costos internacionales del petróleo, que aunados a los gastos estratosféricos de las obras faraónicas que está obsesionado en construir y los costos monumentales de sus programas clientelares, provocarán el colapso del Estado mexicano, con consecuencias devastadoras a corto, mediano y largo plazo, que para variar, serán pagados por presentes y futuras generaciones.
Ante la crisis, el presidente vacila, distrae con mensajes cristianos y echa leña al fuego en contra de sus opositores “conservadores”, mientras que la sociedad civil, los gremios médicos, grupos estudiantiles, asociaciones de vecinos, artistas, micro y medianos empresarios, comerciantes callejeros, youtuvers, y algunos medios de comunicación, se organizan para “cuidar a quienes nos cuidan” y actúan ante la crisis de salud resolviendo necesidades básicas de cada sector.
En el caso del personal médico, que no cuenta ni con tapabocas o guantes para evitar contagiarse, organizaciones ciudadanas han entendido su vulnerabilidad y valorado su profesionalismo, por lo que han realizado colectas para llevarles esos y otros insumos elementales, como mascarillas de hule o gel antibacterial, que las instituciones de salud no tienen porque el presupuesto destinado para ello desde 2019, el gobierno lo ocupó para cooptar clientelas a favor del presidente y su partido.
Su necedad lo ensordece y lo sega frente a la insistencia de grupos empresariales, gremios académicos y expertos internacionales en finanzas públicas sobre el problema que explotará, no sólo al gobierno, sino a millones de familias y las micro y medianas empresas ante la debacle laboral que generará pobreza si no hay un plan gubernamental realista para mitigar el impacto de la inactividad productiva en estos meses de contingencia hacia ese sector, el cual sostiene más del 70 por ciento de la economía nacional.
En pocas palabras, el presidente ve la tormenta y no se hinca, aunque sí ha lucrado con la fe y la superstición popular apelando a lo divino y no a lo terrenal para “protegerse” del Coronavirus, que lo hacen ver como un ministro de culto y no como el presidente de una República laica y democrática que aspira a la prosperidad.
Y mientras se agudizan los problemas en hospitales y el personal médico hace lo imposible sin herramientas básicas de trabajo, el presidente sólo piensa en su chistorete del día, en la cortina de humo que tape la terrible realidad y cómo va a capitalizar políticamente la desgracia que le cae, en este momento de su descredito, “como anillo al dedo” para seguir lucrando con la miseria, la pobreza y los infortunios del país entero.
@antoniomedina41
* Texto publicado originalmente en Big Bang México el 14 de abril, 2020.