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Medios, clóset de la homofobia

1 de junio, 2008 (Antonio Medina)

Los medios de comunicación, como espacios de interacción de imaginarios sociales, han sido los grandes generadores del saber colectivo sobre la homosexualidad en las últimas décadas, sea de manera negativa o positiva, real o ficticia.

A través de la representación jocosa, cómica o trágica de la homosexualidad, se ha formado una idea negativa de esa orientación sexual, reforzando con ello, la mayoría de las veces, la homofobia social y la discriminación hacia quienes son o perecen ser homosexuales.

Sólo basta hacer un poco de memoria para confirmar que la representación social de la homosexualidad en los medios masivos de comunicación, principalmente en la televisión, ha sido denigrante y estigmatizante.

Durante casi todo el siglo XX, el tema fue abordado en los medios desde el discurso médico, psiquiátrico, legal o religioso. Se confinó a los personajes no heterosexuales a la clínica, la cárcel o al infierno. Y, en el mejor de los casos, al travestismo y la burla social.

Durante las primeras décadas de la televisión, el personaje homosexual no pasó de ser el diseñador, el estilista o el mozo que acompañó a divas telenoveleras como Fanny Cano, Angélica María, Maricruz Olivier, Verónica Castro y Lucía Méndez, entre muchas otras. Siempre fue visto como un personaje gris, sin historia propia y con un dejo de desconfianza por parte de los hombres y una ternura casi maternal para las mujeres.

En el mundo de los programas de variedades o de revista, los mariconcitos han sido por más de 50 años el patiño constante. Estos programas, que a principios de los años 70 gozaban de altos niveles de audiencia, siempre tuvieron al especialista amanerado que patentaba la idea estereotipada de que los homosexuales eran buenos en belleza, cocina y consejos para las amas de casa.

No era posible ver a un homosexual hablando desde otro territorio que no fuera el estrictamente ligado al mundo de la moda, el estilismo, la danza contemporánea o la belleza femenina.

En el cine que posteriormente fue llevado obsesivamente a la televisión la situación no varió mucho, principalmente en aquel que se produjo en la década de los años 70 y 80 en donde los personajes homosexuales eran el motivo de burla.

En la película El lugar sin límites (1977), de Arturo Ripstein, se refleja a detalle la homofobia social, misma que se materializa en burla, compasión, odio, y al final, en el crimen que mitiga la angustia del macho frente al homosexual seductor.

La presencia de personajes homosexuales en las cintas de aquellos años representaba el rechazo social hacia seres alucinantes e incomprendidos en su razón de ser. La forma en que terminaba su participación en las historias respondía a la realidad reflejada en la prensa de nota roja de la época, donde el acribillamiento, la vejación, el encarcelamiento o el exceso de violencia se justificaba, pues rechazar la masculinidad y optar por la pasividad femenina era motivo de golpes, violencia y muerte.

Así pues, los titulares de la prensa amarillista entretejieron un relato cotidiano de la violencia ejercida hacia hombres homosexuales desde inicios de siglo XX, que comenzó con los grabados de José Guadalupe Posada que narraron gráficamente la histórica fiesta de los 41, en donde un grupo de homosexuales de clase media y alta fueron sorprendidos por la policía porfiriana en un festín el 20 de noviembre de 1901.

Luego de la detención, las autoridades de la época se regocijaron al humillar a los mujercitos públicamente. Fueron castigados y encarcelados por contravenir las normas morales impuestas por el gobierno porfirista: vestirse de mujeres y bailar con cadetes fue un insulto para el gobierno. El escándalo en periódicos, la exhibición pública y eldestierro fue el castigo de los lagartones.

A partir de aquel suceso, y con el desarrollo de la fotografía, las grandes portadas y contraportadas en los periódicos del siglo pasado fueron una suerte de bitácora de la violencia ejercida hacia hombres de costumbres raras, jotos, maricones asesinados o sidosos, que en los apelativos llevaban el estigma, el rechazo social, y, como plantea Monsiváis, la muerte social, que justifica de alguna manera la violencia ejercida contra los sujetos de escarnio.

Toda esa herencia discursiva en torno a la homosexualidad se gestó en los sexenios del apogeo degobiernos posrevolucionarios, que además de exaltar el nacionalismo y la idea de poder desde la heterosexualidad precisamente en las décadas de la explosión demográfica y de la masificación delas industrias mediáticas fomentaron un deber ser de la sexualidad más apegado a los preceptos religiosos que a los planteados por los liberales que fincaron la República en el siglo XIX.

1973, gran salida del clóset en la TV

En 1973, Jacobo Zabludovski invitó a su programa 24 Horas a la dramaturga Nancy Cárdenas, pionera del movimiento homosexual y fundadora de la primera organización homosexual del país: el Frente de Liberación Homosexual (FLH). En esa entrevista, en la que estuvo también la activista Claudia Hinojosa y la actriz Silvia Pinal, Cárdenas planteó por primera vez ante las cámaras de la televisión mexicana las problemáticas que vivían las personas homosexuales en aquel momento.

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